Ha sido el contragolpe perfecto, democrático, institucional, a la última jugada de la mafia. Entrar así a la Confiep, con patadón brutal, con policías, como si entraras al despachito de mierda de Los Destructores quizá tenga más de simbólico que de efectivo. Ojalá que se encuentren pruebas, pero su importancia es esta. Por fin podemos ilusionarnos con que aquí nadie tiene corona. Por fin podemos empezar a creer que no hay intocables. Por primera vez parece que todos podemos ser iguales ante la ley. Qué importante esto para una sociedad tan desigual como la nuestra.