La película Roma (Netflix) está inundada de detalles que lo dicen todo sobre las diferencias de clase, la violencia solapada, la discriminación y relación de poder entre patrones y trabajadores del hogar. 

No es verdad que no contenga una crítica social: Alfonso Cuarón se mete en temas sociales polémicos, pero es una memoria del director que era uno de esos niños privilegiados. 

La historia es la mirada de Alfonso Cuarón, Cuarón mirando cuando era niño y ahora que es adulto y esas miradas no se distancian demasiado. La decisión es que veamos a su nana desde su filtro, un filtro afectivo que le restituye dignidad a una mujer maltratada por la vida, por el sistema, filtro de agradecimiento hacia ella.

Pero ella es más bien una mujer migrante, pobre, ignorante, explotada, desarraigada en un contexto específico de México, como miles de otras mujeres condenadas por un sistema que aún sigue siendo colonial y que Cuarón, en partes de la película, termina justificando. Ahí se le escapa al director, al "chico progre" millonario que es ahora.

¿Desde que otro lugar podría mirar Alfonso Cuarón? Si eso es lo que es, por eso habrá mucha gente que se identifique con esa mirada y corra a abrazar a sus nanas con las culpas del ayer después de ver la película Roma y salir de Netflix.


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