Cuando lean a un escritor decir cosas tan exageradas, tan absolutamente inverosímiles como que las feministas quieren prohibir los libros, censurar las novelas, quemar las obras de Vargas Llosa o de Nabokov, cuando vean a tipos reclamando por obras maestras, por escritores tótem, por visiones del mundo intocables, SOSPECHEN, sospechen terriblemente, porque detrás de esa performance alarmista, de esas soflamas a la libertad, solo hay algo muy viejo y muy feo y se llama machismo de toda la vida.